Una persona en recuperación por ludopatía contó su experiencia y ofreció líneas telefónicas de ayuda
La ludopatía es una inclinación patológica al juego de azar. Muchas personas sufren la adicción al juego que, dicen las personas ludópatas en recuperación, lleva a uno de los tres caminos posibles si no se trata: cárcel, locura o muerte. En Paraná, como en muchos otros lugares del país, funciona el grupo de autoayuda Jugadores Anónimos, a donde pertenece Liliana G. En una entrevista con la radio municipal “Costa Paraná” dijo que hay un programa de recuperación que consiste en doce pasos, el primero de los cuales consiste en tomar conciencia de la adicción.
En Jugadores Anónimos también debieron acudir a las plataformas on line para poder mantener las reuniones habituales porque el acompañamiento entre personas que atravesaron la misma experiencia es vital, y la recuperación es un trabajo para toda la vida. Dijo que también hay acompañamiento por medio de mensajes de WhatsApp a fin de atender las adicciones al juego.
“Hay adicciones a distintos juegos, como tómbola, ruleta, maquinitas, carreras. El juego nos atrapa por cualquier lado a los enfermos emocionales”, dijo Liliana G, que mantiene el anonimato que requiere el método de recuperación.
“El jugador -dijo- va a buscar alivio a las salas de juegos o las carreras por sus emociones que no ha sabido manejar, y es por eso que tenemos un programa para aprender a manejar las emociones”.
Al contar el modo en que se vive la ludopatía, la entrevistada dijo: “Uno no se da cuenta de que tiene un problema emocional hasta que cae en el juego compulsivo. Uno va como cualquiera, para pasar un rato, y se termina cayendo en una obsesión, hasta que caés en la cuenta de que no tenés interés en la familia, ni en la vida. Muchas personas no aceptan que tienen un problema o una enfermedad, y dicen que van porque les gusta simplemente o porque son timberos, sin darse cuenta de que tienen un problema que no pueden resolver solos”.
Insistió en que “la forma de salir adelante es aceptando que tenemos un problema y pedir ayuda”.
Liliana definió al grupo de autoayuda como una hermandad que se reúne para hacer una terapia consistente en contar los problemas en común para poner en acción el plan de recuperación que consta de doce pasos.
Se le preguntó en la entrevista si los doce pasos de recuperación se orientan a no jugar nunca más, sin ningún “permitido”. A eso, Liliana respondió que “el verdadero jugador compulsivo nunca recupera el control sobre el juego; por eso, lo que hacemos es decir ‘sólo por hoy no jugaré 24 horas’ y mantenernos alejados del juego y así lograr años de recuperación, con un día a la vez. Con dejar de jugar no alcanza -continuó-, y por eso trabajamos nuestros defectos de carácter para poder sostener una recuperación a lo largo de toda la vida. Nosotros necesitamos a nuestra hermandad para mantenernos alejados de las apuestas”.
Agregó que como parte de la recuperación, el jugador no puede volver a juntarse con sus amistades del juego. “Lamentablemente no podemos tener contacto, ni salir como salíamos antes, y por supuesto que la contención de la familia es muy importante, aunque lamentablemente muchos perdieron sus familias por el juego, precisamente”.
“Los hermanos son los que realmente nos entienden, nos comprenden y saben lo que es esta enfermedad que vamos a tener toda la vida. Una apuesta nos puede llevar de vuelta al fondo y la bibliografía nos dice que hay tres maneras de terminar si no acudimos a ayuda: la cárcel, la locura o la muerte. Por eso mismo nos tenemos que mantener alejado de las apuestas”, precisó la entrevistada.
Liliana G. contó su experiencia personal. Dijo que “en el año 2010 me encontraba en lo peor del juego porque había perdido todo. Me encontraba en un lugar público, en una ventanilla, desesperada porque había tenido una noche terrible de juego. Había gastado todo lo que tenía y hasta un crédito que había sacado. No tenía ni para movilizarme. Yo jugaba a las maquinitas. Gastaba todo lo que tenía, sacaba créditos y vendía lo que tenía; o sea que apostaba todo”.
Dijo que “el verdadero jugador compulsivo no tiene límite. No puede decir que va con tanto dinero y si pierde se vuelve a su casa. En verdad, vuelve a su casa para buscar más con qué jugar”.
“Yo sólo quería estar en la sala porque me sentía confortable y segura. Sabía -continuó contando- que nadie me exigía nada. Sin embargo mi vida no estaba confortable. Yo estaba muy mal anímica y emocionalmente. Para afuera tenía una careta de andar bien, pero estaba mal. Ese lugar me brindaba una anestesia a mi vida. Entraba a un mundo donde nadie me exigía nada y pensaba que era un juego. Sin embargo no es un juego y una noche pensé en quitarme la vida. En esa situación estaba cuando llegó una señora a la ventanilla del hospital donde yo trabajo, para decirme que tenía interés en abrir en ese hospital un grupo de autoayuda”.
“Le dije que la había mandado Dios porque estaba muy mal. La mujer había quedado viuda y reconocía que tenía problema también. Y justo por eso lo vi como una señal divina para que pueda recuperarme”, agregó.
Reiteró que el pico del problema ocurrió en 2010, e indicó que “diez años después seguimos en contacto, en las reuniones, para seguir recuperándome. Tuve una recaída de uno o dos días, pero nunca más me fui al fondo”.
“No tenía ni dónde vivir, pero Jugadores Anónimos me salvó y puede comprar la casa donde vivo”, reveló.
Dijo que tiene un sentimiento de agradecimiento porque sólo quería morir antes de ser rescatada por el grupo de autoayuda. “Yo no soy la misma persona que era. La recuperación me permitió entender todo de otra manera”.
En el programa radial se le preguntó cómo comenzó a jugar, y a eso respondió: “como empezamos todos, fui a conocer el casino de calle 25 de Mayo (de Paraná). Tenía problemas de pareja. Fui y tuve una racha de suerte. Después iba dos o tres veces por semana, después iba todos los días y me gastaba todo lo que tenía. Antes de eso no jugaba a nada de nada”.
Luego de indicar que cada caso es personal y particular, contó que cuando aparece una publicidad televisiva de un casino, cambia de canal.
Sobre el modo en que influyó el cierre de las salas de juegos debido a la pandemia de coronavirus que afecta al Planeta, Liliana dijo que “para muchos fue un alivio saber que no había salas abiertas”, pero aclaró que “de todas maneras el verdadero jugador compulsivo encuentra una manera aunque sea on line”.
Cuando se le preguntó si funciona en sus objetivos los formularios de autoexclusión que los jugadores en recuperación presentan en las salas de juego, la entrevistada dijo: “por mi experiencia personal, que estoy autoexcluida desde hace muchos años y cada tanto renuevo la autoexclusión, debo decir que nunca me han sacado de una sala a pesar de que la foto mía está ahí. Es como que fuera un formato para ayudar pero en realidad no te sacan de la sala”.
Insistió en indicar que “el primer paso de doce para recuperación, es admitir que somos impotentes ante el juego y que nuestra vida se ha vuelto ingobernable”.
Habló de la necesidad de buscar las cosas que hacen bien, no entregarse, no bajar los brazos. “Yo ahora canto y estoy tejiendo un pullover para mi nietita”, finalizó, tras lo cual dijeron que las personas que necesitan ayuda ante la ludopatía pueden llamar a los siguientes teléfonos: 343-154573845 ó 343-154518514, y también a la Línea Vida, de Buenos Aires, 1144126745, que deriva a las personas que necesitan ayuda a los centros más cercanos.