El doctor Alejandro Bertolotti contó cuál es el momento que marca para siempre a un médico
Este 3 de diciembre se celebra el Día Nacional del Médico, una fecha que fue elegida por la Confederación Médica Panamericana en honor al doctor Carlos Finlay, quien nació en Cuba el 3 de diciembre de 1833 y tuvo una gran importancia en la medicina a lo largo de su vida.
Carlos Finlay fue un médico que se dedicó a buscar la causa de la fiebre amarilla y en 1881 pudo establecer que la enfermedad era transmitida por el mosquito Aedes aegypti, el mismo que en la actualidad transmite los virus que producen zika, dengue y chikunguya.
Cabe recordar, además, que hoy también se celebra el Día Panamericano del Médico, que fue establecido por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En el Día del Médico, Andrea Venturini, Martín Echagüe y Marcelo Medina, los conductores del programa Carrusel Público, de Radio Costa Paraná (8.1), dialogaron con el doctor Alejandro Bertolotti, cirujano cardiovascular y cirujano toráxico, que se desempeño hasta 2023 en la Fundación Favaloro y en la actualidad reside y trabaja en Sicilia, Italia.
Con una amplia experiencia de trabajo en nuestro país, primero, y en Italia, ahora, Bertolotti, nacido en Paraná, dijo que “desde el punto de vista de la vocación profesional, ser médico es algo universal, es una necesidad de tratar de ayudar a la persona que sufre, tratando de hacerlo con el mayor conocimiento, responsabilidad y con pasión, y eso es universal y se puede ver en cualquier parte del mundo cuando uno interactúa con colegas y con todo el personal de salud”.
Y, por supuesto, después “están los contextos sanitarios, que son muy variables dependiendo la región, el país, el momento, que claramente hacen diferencias a la hora de brindar un derecho universal, como es la salud”, agregó, y remarcó que “lo que hacemos los médicos es formar parte de un sistema que protege el derecho a la salud de la población”.
– ¿Cómo se lleva con la inteligencia artificial en la medicina?
– La estoy descubriendo, poco a poco. No soy un experto, claramente, pero sí la utilizo. Es una herramienta que nos permite optimizar muchos procesos, facilita el trabajo, y creo que ese es el rol que tiene que tener la inteligencia artificial, que no es reemplazar, pero sí capacitar, mejorar, optimizar procesos, tiempos, porque hoy el conocimiento científico es tan amplio y tan complejo que procesar toda esa información para un ser humano es mucho más lento que para un sistema informático. Así que, desde ese punto de vista, bienvenida la inteligencia artificial.
– ¿Cómo es un día de su trabajo?
– Uno tiene, generalmente, un horario armado para una rutina de trabajo. En mi caso, como soy un cirujano, hay procedimientos programados, uno tiene que levantarse temprano, prepararse e ir concentrándose en lo que tiene que hacer, y después vendrá el proceso de cuidado de todos los pacientes, de registrar toda la actividad –que no lleva poco tiempo–, y volver a casa tratando de dejar esa carga emocional que genera esta actividad, para poder dedicarle el 100% del ánimo, del espíritu, a las otras cosas fundamentales de la vida, que es la familia y el cuidado de uno mismo.
– ¿Por qué los médicos tienen fea letra?
– Qué buena pregunta. Porque no nos gusta escribir, porque necesitamos transmitir o dejar registro de lo que hacemos. Eso lleva tiempo, lleva mucho tiempo. Sentarse a escribir correctamente lo que uno tiene que hacer lleva tiempo. Y en la velocidad, porque necesitamos acortar tiempos, empezamos en algún momento a garabatear.
– ¿Hay algún caso especialmente que usted recuerde en su historia como médico que lo haya marcado?
– Muchísimos. Cada paciente nos enseña, cada familia nos enseña.
Yo me dediqué muchos años al trasplante de corazón y de pulmón, donde los pacientes están entre la vida y la muerte. Y eso es una carga emocional muy grande para todo el equipo médico, ni hablar para el paciente y su familia, hay una gran presión, entonces, esos pacientes sin duda nos marcan mucho.
En el caso de los trasplantes, cuando finalmente logramos el primer objetivo, que es cambiar el órgano que ya no funciona –digo el primer objetivo porque después vendrá todo un cuidado por el resto de la vida–, el paciente se despierta, te mira y te dice gracias. Ese momento te marca para siempre. Uno nunca olvida esa mirada y ese gracias.
El mensaje de Fátima Heinze
En medio de la entrevista, Bertolotti escuchó un mensaje de Fátima Heinze, una de sus pacientes. “Un muy feliz día para todos los médicos, especialmente para el que me salvó la vida en 2014, que es un orgullo para todos sus pacientes, y lo extrañamos un montón, el doctor Alejandro Bertolotti. Un beso gigante…”, se escuchó en la voz de Heinze.
“¡Fátima, hermosa persona!”, respondió Bertolotti, el médico que operó y le salvó vida, tras el mensaje. “Con ella tuvimos una lucha difícil, obviamente, porque cuando le indicaron que necesitaba un trasplante tenía terror de avanzar porque, claro, es un proceso muy complejo y asusta a cualquiera. Pero a pesar de eso, ella dijo, tengo miedo, pero vamos para adelante. Vivió un momento muy delicado, y los pulmones llegaron en el momento en el que ya no tenía mucho más para resistir”, recordó.
Fátima, agregó Bertlotti, “tiene una gran generosidad, dedica mucho tiempo de su vida a hablar sobre el tema de la fibrosis quística, que es su enfermedad de base, para ayudar a otros, y,, sin duda ella también ha salvado muchas vidas gracias a esa generosidad”.
– ¿Cuánto hay de ciencia y cuánto hay de milagro en casos como el de Fátima? ¿Cree usted de los milagros?
– Yo necesito creer en la ciencia porque necesito tener las herramientas para poder trabajar. El milagro queda en manos de, digamos, alguien superior, y escapa a mí, a mi accionar directo. Yo tengo que concentrarme en lo que puedo hacer, así que básicamente me baso mucho en la ciencia, en la formación, en el estudio, en la preparación, en el esfuerzo para mejorar día a día y aprender de los errores. Esa es mi base.